Las sogas habían sido fabricadas por un artesano de 71 años llamado Harrys Moakes (proveedor de cuerdas del verdugo inglés), con cáñamo italiano, de 3 metros y diez centímetros de largo. La lazada, la parte que tocaba con el cuello del condenado, estaba recubierta de piel de becerro, suave y lisa, para evitar roces y heridas en la piel del ajusticiado. Cada cuerda requirió entre 3 y 5 días de trabajo.
Félix Velasco