Descubierta por el cazador Modesto Cubillas en 1868 y su posterior estudio por Marcelino Sanz de Sautuola, ha sido excavada y estudiada por los principales prehistoradores.
En realidad el descubrimiento completo fue en el verano de 1879, cuando volvió Sautuola por segunda vez a Altamira. En esta ocasión, acompañado por su hija María Faustina Sanz Rivarola, de 8 años. Tenía interés en excavar la entrada de la cueva con el objetivo de encontrar algunos restos de huesos y sílex, como los objetos que había visto en la Exposición Universal de París en 1878. La niña, mientras su padre permanecía en la boca de la gruta, se adentró hasta llegar a una sala lateral. Allí vio unas pinturas en el techo y corrió a decírselo a su padre. Sautuola quedó sorprendido al contemplar el grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían la casi totalidad de la bóveda.
Las pinturas y grabados de la cueva pertenecen a los períodos Magdaleniense y Solutrense principalmente y, algunos otros, al Gravetiense y al comienzo del Auriñaciense.
La cueva fue utilizada durante varios periodos, al menos, unos 22.000 años, desde hace unos 35.600 hasta hace 13.000 años cuando la entrada principal de la cueva quedó sellada por un derrumbe, todos dentro del Paleolítico superior.
El estilo de gran parte de sus obras se enmarca en la denominada «escuela franco-cantábrica», caracterizada por el realismo de las figuras representadas. Contiene pinturas polícromas, grabados, pinturas negras, rojas y ocres que representan animales, figuras antropomorfas, dibujos abstractos y no figurativos.
Se la conoce como la «Capilla Sixtina del arte rupestre».
Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.
En el año 2008 se hizo una extensión de la nominación a otras 17 cuevas del País Vasco, Asturias y la propia Cantabria, pasándose a llamar el conjunto «Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del norte de España».
Félix Velasco
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